martes, 15 de abril de 2014

Cruces de mar abierto, por Naudín Gracián



Unos Cuentos bien echados



Por Naudín Gracián



La utilización del lenguaje cotidiano y de la actualidad en literatura es un arma de doble filo: tiene como aspecto positivo que un gran número de lectores se identifica con el texto, pues éste les habla de su realidad, de manera que no necesitan muchos más preconocimientos que su propia vida; pero, paradójicamente, es de lo más difícil de manejar, pues fácilmente se puede caer en la insulsería o en el periodismo amarillista para impresionar superficialmente al lector.  En esa camisa de once varas se metió César Herrera con su libro “Cruces de mar abierto”, de la cual sale airoso gracias a su conocimiento de la técnica del cuento.
César Herrera es reconocido en el medio literario como uno de los jóvenes poetas que con voz propia se ha forjado un espacio por la solidez de su poesía.  Sin embargo, ahora se lanza a la palestra con este libro de relatos donde palpita la ciudad, con su caos actual de personas perdidas entre la soledad, el engaño, la utilización, la mentira, el sexo, y la violencia.
Para involucrar al lector en sus relatos, César Herrera echa mano de varias técnicas como son: la periodística, pues algunos de sus relatos tienen la minuciosidad de la crónica y se desarrollan en lugares y tiempos reales, con situaciones cotidianas, dramas humanos minúsculos, diálogos naturales con el lenguaje cotidiano del pueblo paisa, que incluso puede ser un poco molesto para los lectores de otras regiones del país; otras veces cuenta sus historias con la técnica televisiva, utilizando cuadros escénicos, independientes, como si consistieran en tomas simultáneas o en desorden, las que el lector debe organizar para luego contarse a sí mismo la historia.  En otras ocasiones, da la impresión de que el narrador es un amigo que le echa el cuento a uno de la vida de cualquier persona que uno se puede encontrar en cualquier esquina.
La realidad se presenta en estos relatos sin un fin moralista, solamente está en los cuentos como el ambiente que da la categoría de creíbles a los episodios vividos por los personajes.  No hay una intención marcada de crítica ni de análisis social, excepto en el cuento “La otra paloma del insomnio”, en el que la ironía que utiliza deja claras sus intenciones de criticar el enajenamiento con el que se han tratado los problemas de violencia en nuestro país, la intención que casi siempre tenemos de sustraernos de la realidad violenta en la cual todos estamos inmersos.
A mi modo de ver, los dos cuentos más sobresalientes son: “La otra paloma del insomnio” y “Nicole”. El primero es un relato ubicado en los acontecimientos del Palacio de Justicia en 1985, temática que ya había utilizado con fortuna Ana María Jaramillo en su reconocida novela “Las horas de la espera”.
Este es un cuento intenso y que logra tocar al lector con sus personajes Zulima y Betsy, madre e hija cuyas vidas son transformadas por unos acontecimientos que para ellas son ajenos: víctimas inocentes como lo es un gran porcentaje de las víctimas de nuestra violencia. Por su parte, Nicole, es un cuento descarnado de la soledad que oprime al ser humano citadino de nuestros días, en el que el engaño, la utilización del otro, el amor, el sexo, el rencor, la prisa tras un futuro inseguro e indefinido, se confunden mediante un lenguaje directo, tal vez soez para algunos. Con este cuento pareciera que César Herrera quisiera restregarle en la cara a sus conciudadanos una verdad: “Toma, es tu realidad. Ponle la cara”.
De todas maneras, en algunos pasajes, César Herrera parece atrapado por la poesía y sus frases se hacen demasiado poéticas y hasta retorcidas, quizá por la costumbre de hacer versos simbólicos, de utilizar el lenguaje en su forma más connotativa: “La muerte tenía un cuerpo más grande que el de Aldo y le había contado un mal chiste a Rufo que había conducido a su amigo hasta allí”. Afortunadamente son tan pocas estas frases que se hacen casi imperceptibles.
Finalmente, podemos decir con Everardo Rendón que: “para César Herrera el cuento es ese género excelso que sólo admite los adjetivos precisos”, o sea que César es un narrador de pulso firme y que sabe echarnos el cuento de su literatura, tan bien que terminamos convencidos de que es el cuento de todos nosotros.

Texto publicado en El Colombiano, Medellín, 14 de enero de 2001


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