domingo, 20 de abril de 2014

Concurso de poesía Carlos Castro Saavedra, 1990



Jurados: José Manuel Arango, Mario Escobar Velásquez y María Elena Quintero.
«Por su parte, César Herrera obtuvo el tercer premio por su poemario también sin título. Sobre este trabajo opinó el jurado: “Como los anteriores, es producto de una devoción poética acentuada que denota un sentido del humor fresco y agudo”.
El jurado dejó constancia expresa de que: “el concurso tiene una gran calidad poética, dado que el número de finalistas fue crecido y todos ellos con méritos muy suficientes”»

Periódico El Mundo, viernes 31 de agosto de 1990


Poemario: ESCOTILLA PARA UN AMOR


Desde que eres mi amiga, el corazón me ha inventado algo, como música, en las noches de este invierno cordial. Tu voz breve es el badajo, un poco triste por lejano, que ha despuntado sinfoluz a la primera luna llena de abril.
Puede que algún día al leer esto, recuerdes que hubo pausa en las lluvias, y ese mes humilde, de semblante gris, nos regaló la luna de mi abstracción. Aceptarás no haberla visto y yo sonreiré con aire decepcionado. El decurso superfluo de algunas mujeres me hace sonreír así. Sólo que las que son como tú, a las que no hay como pintar y no nos pertenecen se les sonríe en silencio, con amargura.
Abril me dio una noche limpia y grande como un primer amor. Abril me regaló tus ojos, pero no tu mirada; me obsequió tu voz, pero no el acento de tu sangre. Abril me agasajó con tu figura; pero se llevó ese duende que me hacía aquel hombre trivial.


Cuando yo muera,
en el féretro podréis verme
muerto de la risa.
Satisfecho de haberos dejado solos,
sin mi ironía y desparpajo de vivo;
sin ese odio que a veces
sentíais por mi prepotencia;
porque a nadie le guardé nada.
Cuando yo muera, os aseguro,
tendréis ocasión de ver en mi semblante
un «mierda» en todos los idiomas.
Cuando yo muera,
estaré seco, muerto de la risa;
muerto de la muerte.

ARTESANÍA DE LA RECORDACIÓN
Hoy que trabajo a mano los recuerdos
repaso a mi primera novia
y a una chica de dieciocho
con un cosmos policromado por horadar.
Evoco la imagen de los nieveros del Cumbal:
blancos bajo su sol indígena,
lentos y firmes,
sonriendo en su lengua ancestral.
Bebo y algo frío me serpentea.
Creo que este vals ecuatoriano
me ha mareado.
Perdón, ahora me voy dando tumbos de nostalgia.
Esta urdiembre me ha tallado
donde debiera nacer la sonrisa.

EL VUELO
Qué pasa que no llamas, amor.
Estoy loco por decirte
que no te quiero hablar.
Pero llama para enterarte
de que no creo en tus palabras.
—Ya no espero tu voz al teléfono—
Acabo de evocar a un ave
que en el ramaje orolaba,
y dejó un temblor:
una leve inducción al olvido.

ESPEJISMO
Las paredes y las nubes
juegan a la creación.
Pienso en ti.
Veo a un niño impoluto, digo:
«Los niños y las aves tienen a dónde ir».
Mi aurora es un puño
que asfixia el ímpetu del alción.
Al regreso el péndulo
gesticula un adiós.
Ah, fantasmas de puertos,
sombras femeniles y fugaces,
garuja marina,
todo se me diluye.
No te aferres a mí
que soy capricho de nube y de mural.

MAÑANEO
He llegado a casa al alba,
tenso y adormilado por los excesos.
Gente humilde va a su trabajo.
Sus rostros frescos se reflejan
en el pavimento frío y todavía húmedo.
A mi vieja pena le sumé el desdén:
odio aquella puta hedionda y atrémula.
No me ha faltado nada.
Acaso he tirado algunas cosas.
Pero a este tímido rayo de sol
le digo, antes de dormir:
la suerte no ha cambiado.

SOY UNA CALLE brillante y solitaria
después de la lluvia
y antes de un día de fiesta.
Por mi costado
venea una sucia quebrada.
Siempre miro el cielo gris de mayo
y me digo: ¡Si alguien pudiera entenderme!
En esta casita que veo en picada,
Lucy vende tintos y refrescos
y los obreros de los lunes
esperan el paso de una muchacha joven
que todas las mañanas
nos congela la mirada y nos aviva el ensueño.
Las calles también queremos a las mujeres
de voces tibias y nalgas embrujadas.
Pero ella no pasó hoy;
hoy sólo veo en la ventana de un edificio
a un hombre que fuma; me mira y dice:
si alguien pudiera entendernos.

MAYO SEIS DEL NOVENTA
Prefiero el delirio de dar vueltas
intentando apagar a una mosca
con las aspas de mi camisa.
Sé que terminaré burlándome
de mi impotencia;
por lo menos no soy yo quien huye.
A los dueños de esta guerra les aseguro
que sus bombas no me afectan:
no me pertenece el techo,
no soy empresario ni postulado a nada;
y en clase de catequesis
me dijeron que la vida
también era prestada.

TOM Y JERRY
Estoy aquí, arrinconado en mi chaqueta,
a oscuras pero adivinándolo todo
como si lo que habitara este espacio
no fueran muebles o cristales
sino recuerdos rotos.
En la pared, los paisajes de otras estaciones
no pertenecen a ninguna de mis congojas.
Hay canto tropical en la habitación contigua,
la mustia, la del espejo solitario
y el escaparate atávico.
En mi rodilla un libro apagado
y en la mano un pocillo sin café.
No sé si por el dibujo de una ballena angustiada
en la portada de Moby Dick
o por mi soledad
recordé a un elefante con una espina en su pata
y a un ratón arrancándosela.
No sé si eso que vi una noche en la televisión
es mi propio corazón.

Lloré por soledad y porque
«No es verdad que los hombres no lloren».
De la Sierra Nevada comenzó a rodar,
haciéndose bola
un viento triste que me golpeaba
con fuerza, justo en tu lejanía.
Méjico en la música
y olor a coco en el sudor
de las bañistas.
El recuerdo de algo que se va
por la calzada sinuosa
y se interna entre los cocoteros
hasta el mar.
Después regresa y se refracta
contra los vitrales hoteleros.
De ese arcoíris inútil
eras el color verde tenue.

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