Comentario publicado en el periódico El Mundo de Medellín, 8 de Septiembre de 2009
Por Delfín Acevedo Restrepo

“No llamo héroes a los que triunfaron por el
pensamiento o por la fuerza. Sólo llamo héroes a aquellos que fueron
grandes por el corazón; cuando no hay grandeza de carácter no hay
grandes hombres. Apenas habrá ídolos exaltados por multitudes engañadas,
pero los ídolos caen y las multitudes pasan”. Este pensamiento luminoso
del gran escritor británico Thomas Caryle (1795-1881), en su bien
conocido libro El Culto a los Héroes, nos sirve de introducción al
comentario sobre la obra Las Trompetas del Capitán que recoge la vida y
el pensamiento del Dr. Antonio Roldán Betancur, en la conmemoración de
los 20 años de su muerte a manos de los grupos violentos al margen de la
ley que desde hace tiempo vienen desestabilizando la estructura
institucional del país.
Las Trompetas del Capitán, que acaba de aparecer en el mercado
bibliográfico nacional es el título de la obra publicada por Ediciones
Mascaluna, con el apoyo del Instituto para el Desarrollo de Antioquia –
IDEA, Comfamiliar Camacol y la Fundación Antonio Roldán Betancur. Su
autor es el distinguido humanista, escritor, pedagogo y poeta César
Herrera Palacio, quien nos había deleitado antes con otras obras de su
autoría: Travesía para recobrar el sueño (1990); Testigo ocular (1994);
La Canción de las cigarras (1999) y Cruces de Mar Abierto (2000), entre
otras, nos entrega ahora su muy hermosa y completa biografía del
Gobernador inmolado que nos ha hecho llegar con su gentil dedicatoria.
Herrera Palacio ha sido galardonado con el premio de poesía Carlos Castro Saavedra; finalista del Concurso Nacional de Cuento Tomás Carrasquilla (1990). Actualmente es docente del Colegio Fontán de Medellín y coordina talleres literarios en la Casa Museo Otraparte en Envigado y la sala de Comfenalco en el municipio de Bello.
Comienza el libro que comentamos con el relato del nacimiento en Briceño del Gobernador sacrificado, el 17 de febrero de 1946. Briceño era en ese entonces un paraje olvidado en las estribaduras de las montañas del norte antioqueño. No ostentaba aún el rango de entidad municipal. Allí vio su luz primera nuestro mandatario, en el hogar formado por don Antonio Roldán y doña Inés Betancur. Su padre se desempeñaba como telegrafista de la localidad, labor que complementaba con la actividad comercial en el incipiente villorrio para sostener a su numerosa prole. En dicha comarca inició Antonio sus estudios elementales y contaba con apenas 5 años de edad, cuando murió su progenitor, no sin antes pronunciar como una bendición sus últimas palabras: “Que progresen, que estudien, que sean buenos”. Esta admonición de su padre, ha sido cumplida por todos sus hijos como norma de superación y de coraje y llevada muy en alto como bandera y escudo en las contiendas de la vida.
Decidieron entonces trasladarse a Medellín. Se instalaron en el barrio Fátima y los muchachos se matricularon en la Escuela Pedro Olarte Sanín. Doña Inés tomó entonces las riendas del hogar y todos en una solidaridad admirable se las ingeniaron para salir adelante. Antonio que era uno de los menores, montó su “empresa” de cofio y minisicuí que vendía profusamente a sus compañeros de estudio y a sus vecinos del barrio. Así logró con notas de excelencia culminar su educación primaria y matricularse luego en el Liceo de la Universidad de Antioquia, donde alcanzó su bachillerato. Allí fue, lo recuerdo con mucho orgullo, mi aventajado discípulo en la asignatura de Instituciones Políticas Colombianas. Ingresó seguidamente a la Facultad de Medicina de la misma universidad, donde mantuvo un liderazgo que se había hecho ver desde los años de su educación primaria y obtuvo pronto un escaño en el Consejo Estudiantil del mismo centro de formación superior.
Influenciado por las ideas del líder comunista Mao Tse Tung, como la mayoría de la juventud universitaria de la época, participó en los movimientos estudiantiles que alentaba especialmente el médico salubrista Héctor Abad Gómez y que más que un líder de la extrema izquierda parecía un incendiario con alma de bandera como definiera a los revoltosos de su tiempo el caudillo y mariscal de las derechas Gilberto Alzate Avendaño. Las posturas contestatarias de Antonio Roldán no condujeron nunca a la violencia física, pues consideraba que las protestas no deberían degenerar en disturbios y que los hombres debían elevarse a la majestuosa altura donde se encuentra la fuerza física con las fuerzas del alma.
Se destacó durante su carrera como un deportista consumado desde el ajedrez, el fútbol, el básquet, el ciclismo, la natación y el atletismo. En estas actividades se le veía siempre en primera fila con actitud eminentemente participativa. Así concluyó su carrera de medicina con sobresaliente evaluación académica que lo llevó a ocupar las más variadas posiciones no sólo en las actividades propias de su profesión de médico sino en el deporte, la actividad gremial y la política que era otra de sus grandes pasiones.
Cuando lo sorprendió la muerte, el 4 de julio de 1989, víctima de un carro bomba, operado por grupos terroristas, en el momento en que se dirigía de su residencia al despacho de Gobernador de Antioquia que ocupaba en ese entonces, contaba apenas con un poco más de 43 años de edad y su inmolación fue otra de las grandes frustraciones del pueblo antioqueño que tenía la esperanza de verlo avanzar hasta el solio de Bolívar a donde estaba convocado por sus virtudes y talentos excepcionales.
Herrera Palacio ha sido galardonado con el premio de poesía Carlos Castro Saavedra; finalista del Concurso Nacional de Cuento Tomás Carrasquilla (1990). Actualmente es docente del Colegio Fontán de Medellín y coordina talleres literarios en la Casa Museo Otraparte en Envigado y la sala de Comfenalco en el municipio de Bello.
Comienza el libro que comentamos con el relato del nacimiento en Briceño del Gobernador sacrificado, el 17 de febrero de 1946. Briceño era en ese entonces un paraje olvidado en las estribaduras de las montañas del norte antioqueño. No ostentaba aún el rango de entidad municipal. Allí vio su luz primera nuestro mandatario, en el hogar formado por don Antonio Roldán y doña Inés Betancur. Su padre se desempeñaba como telegrafista de la localidad, labor que complementaba con la actividad comercial en el incipiente villorrio para sostener a su numerosa prole. En dicha comarca inició Antonio sus estudios elementales y contaba con apenas 5 años de edad, cuando murió su progenitor, no sin antes pronunciar como una bendición sus últimas palabras: “Que progresen, que estudien, que sean buenos”. Esta admonición de su padre, ha sido cumplida por todos sus hijos como norma de superación y de coraje y llevada muy en alto como bandera y escudo en las contiendas de la vida.
Decidieron entonces trasladarse a Medellín. Se instalaron en el barrio Fátima y los muchachos se matricularon en la Escuela Pedro Olarte Sanín. Doña Inés tomó entonces las riendas del hogar y todos en una solidaridad admirable se las ingeniaron para salir adelante. Antonio que era uno de los menores, montó su “empresa” de cofio y minisicuí que vendía profusamente a sus compañeros de estudio y a sus vecinos del barrio. Así logró con notas de excelencia culminar su educación primaria y matricularse luego en el Liceo de la Universidad de Antioquia, donde alcanzó su bachillerato. Allí fue, lo recuerdo con mucho orgullo, mi aventajado discípulo en la asignatura de Instituciones Políticas Colombianas. Ingresó seguidamente a la Facultad de Medicina de la misma universidad, donde mantuvo un liderazgo que se había hecho ver desde los años de su educación primaria y obtuvo pronto un escaño en el Consejo Estudiantil del mismo centro de formación superior.
Influenciado por las ideas del líder comunista Mao Tse Tung, como la mayoría de la juventud universitaria de la época, participó en los movimientos estudiantiles que alentaba especialmente el médico salubrista Héctor Abad Gómez y que más que un líder de la extrema izquierda parecía un incendiario con alma de bandera como definiera a los revoltosos de su tiempo el caudillo y mariscal de las derechas Gilberto Alzate Avendaño. Las posturas contestatarias de Antonio Roldán no condujeron nunca a la violencia física, pues consideraba que las protestas no deberían degenerar en disturbios y que los hombres debían elevarse a la majestuosa altura donde se encuentra la fuerza física con las fuerzas del alma.
Se destacó durante su carrera como un deportista consumado desde el ajedrez, el fútbol, el básquet, el ciclismo, la natación y el atletismo. En estas actividades se le veía siempre en primera fila con actitud eminentemente participativa. Así concluyó su carrera de medicina con sobresaliente evaluación académica que lo llevó a ocupar las más variadas posiciones no sólo en las actividades propias de su profesión de médico sino en el deporte, la actividad gremial y la política que era otra de sus grandes pasiones.
Cuando lo sorprendió la muerte, el 4 de julio de 1989, víctima de un carro bomba, operado por grupos terroristas, en el momento en que se dirigía de su residencia al despacho de Gobernador de Antioquia que ocupaba en ese entonces, contaba apenas con un poco más de 43 años de edad y su inmolación fue otra de las grandes frustraciones del pueblo antioqueño que tenía la esperanza de verlo avanzar hasta el solio de Bolívar a donde estaba convocado por sus virtudes y talentos excepcionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario