Cinco poemas de CÉSAR HERRERA
Se exponen en esta entrega cinco
poemas de César Herrera, una de las obras más sólidas que a nivel de poesía se
da en el país. Muchos de los buenos trabajos que a nivel poético se presentan
en nuestro medio son desconocidos. Versos.
LA PATRIA,
Manizales, abril 4 de 1999 (Papel Salmón)
Por Flobert
Zapata Arias
César
Herrera ha publicado dos libros de poemas: «Travesía para recobrar un sueño»
(1989) y «Testigo ocultar» (1994). De «Travesía» ha señalado José Luis Garcés
González su «nítido aire de soledad, sarcasmo y tristeza». En «Testigo» José
Pérez Olivares encuentra que su «epicentro es la violencia y la muerte». Sin
embargo el registro temático es más amplio, como lo confirma la presente
muestra. Está presente el amor en «Imágenes uno», un poema que consigue
armonizar la topografía tropical con la extranjera y remata con una imagen en
fuga. Poemas como «Sobra corazón» y «Balance final», cuyos ejes son el padre y
el abuelo respectivamente, deben ser mirados con clave autobiográfica. La
tensión critico-social deslumbra en «Entre los árboles» y se hace diatriba
feroz en «Trueque de poca importancia». La nostalgia de lo perdido e
irrecuperable, la estela del amor, son salpicados por la sangre, como en un
cuadro expresionista y no obstante el poeta no pierde la esperanza de «alcanzar
un estado de bronce en reposo». El estilo de los dos libros oscila entre la
precisión y la torsión semántica, con predominio de la segunda sobre la primera
y ambas con excelentes momentos. En los poemas seleccionados es donde mejor se
concilian tono, arquitectura e imaginería. César Herrera nació en Betania en
1963. Es director de la revista «Mascaluna», que acaba de poner en circulación
su edición No. 5
SOBRA CORAZÓN
No
tengo nada qué reprocharle
a
mi padre.
Estar
lejos, también es querer
en
el furor de la amargura.
No
miento, por nostalgia no falseo.
El
y yo caminamos por riberas opuestas
y
estiramos nuestras manos
como
dos lejanos fulgores
en
el pillaje de la aurora.
El
me sonríe como cuando yo era chico;
veo
la sombra de los sauces
azotarle
con gracia repetida
el
rostro que no olvido.
Ahora,
yo también sonrío
y
en un milagro fresco
casi
alcanzo sus dedos;
pero
hay una luz insalvable
y
mi padre se desploma en una balsa
brumosa,
al arrullo evanescente
del
primer gorgeo del día.
BALANCE FINAL
A
los noventa años
mi
abuelo no ha viajado
a
Budapest;
no
ha tomado whisky en las rocas
ni
ha usado reloj Raymond Weil.
No
sabe lo que es un concierto
y
no ha perdido los dientes,
el
pelo sí;
no
ha consumido la paciencia,
la
vista sí;
no
ha escamoteado
el
tono dulce y seguro de su voz,
sí
la esperanza.
A
mi edad, no he perdido a mi abuelo,
lo
demás sí.
IMÁGENES UNO
En
Siberia está nevando, amor.
Aquí
en Puerto Salgar es primavera.
Valparaíso
es gris ahora
y
mientras tanto La Dorada es fiesta.
Amor,
la cordillera colombiana es libre
y
en su perfil altivo de alameda
llegan,
por fin, a su expresión mayor
las
ilusiones.
Y
mientras nieva en mi recóndita Siberia,
el
Magdalena arrulla a los caimanes
soñolientos
del verano.
Sólo
doblega hoy la auridez feliz de esta serranía,
el
vuelo blanco de una garza alegre.
En
Siberia, amor,
hay
un cielo malditamente amargo;
en
Honda, Tolima, como cultivo de luciérnagas,
están
sembradas las mil estrellas
que
le hicieron falta a tu mirada
para
que yo no me alejara.
ENTRE LOS ÁRBOLES
En
un riacho parduzco
de
Puerto Carare
se
baña una joven.
Una
flotilla
de
pececitos
mordisquea
su pubis.
El
cadáver
baja
abotagado
y
espanta a la muchacha.
TRUEQUE DE POCA
IMPORTANCIA
Doy
esta podrida oración
para
que el país se hunda
de
una buena vez;
para
que acabe este sembrado
de
hombres pipones, aguamierda.
Doy
el anillo que empeñé
por
una bomba hache.
Quiero
mirar por el ojo mágico
tu
ebullición,
Paisangre
fétido.
Recibe
esta implacable merced
de
sable hirviendo.
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